martes, 6 de enero de 2009

2009, OTRO AÑO NUEVO, LOREN

A veces duelen más los dolores del alma que los del cuerpo. Creo que no falta algo de razón en este dicho popular. Detrás de cada dicho popular se esconde una sabiduría ancestral, fruto de muchos años de experiencia, en lo referente a los males que nos acechan y que, queramos o no, son nuestros compañeros de viaje de por vida.
Con este preámbulo, Loren, he querido resumir lo vivido por mí durante el 2008. Después de tu inesperada partida, ¡hace ya 15 meses!, la vida siguió su cansina rutina a lo largo del 2008. ¡Afortunada rutina que entierra amargos pensamientos y nos refresca y renueva con lo cotidiano, con la vida! Una inesperada operación de rodilla me dejó 5 meses en el dique seco y con algunas secuelas que me impedirán continuar como profe deportivo y que me jubilarán como tutor de primaria.
Cuando me había recuperado mínimamente y había comenzado el curso como tutor con unos alumnos estupendos; cuando la rutina de la colla volvía a enfocar un nuevo curso; cuando me había trazado unas nuevas metas profesionales; cuando empezaba a coger el pulso al nuevo curso escolar; cuando empezaba a conocer en el aula a mis viejos alumnos de las clases de juegos en el patio… justo entonces, la vida me dio otro segundo batacazo: Lissette, una dulce y encantadora niña de 8 años moría de un accidente, accidente que ya narré en otra anterior carta.
No puedo menos que, al echar la vista atrás y salvando las distancias, comparar ciertas similitudes con estas dos súbitas desapariciones. La primera, es que justamente cuando empezábamos a conocernos más, a intimar, a planificar más cosas juntos, la muerte se cruzó en mi camino arrebatándome dos personas estupendas. La segunda, es que detrás de ti Loren y de Lissette, me aguardaba por descubrir unas familias estupendas, unas personas magníficas, dignas de elogio y encomio. Me refiero tanto a los padres y hermanos de Lissette, como a Magda, Júlia, Bosco, Tere y Xim, amén de la colla que se merecen todos y todas un 10.
Me pregunto y me sirve de reflexión la cuestión, el por qué y el para qué y la respuesta a las dos desapariciones la sigo encontrando en tí, Loren: para seguir viviendo intensamente, para no desperdiciar nada del tesoro de vida que tenemos, para sacar de nosotros todo ese buen potencial de cariño, amor, comprensión, dulzura, y por qué no, de paciencia, que de otro modo seguiría escondido en las bodegas de nuestros corazones.
Solamente le pido a este año 2009 no perder la perspectiva del tiempo y de la vida que apareció ante nosotros cuando tú te marchaste y cuando me avisó con la muerte de mi dulce alumna Lissette. Deseo tener fuerzas para poder seguir queriendo a los míos con la misma intensidad e ilusión que cuando asistí al parto de mis dos hijos, dije el sí quiero o veo o hablo con mi madre regularmente.
De todo corazón, Loren
Pepe