sábado, 17 de octubre de 2009

CON EL CORAZÓN EN LA MANO, LOLA

Permíteme, que hoy, en tu despedida final de esta tierra a la que tanto amabas, nos hayamos salido un poco de tu guión previsto y te hayamos hecho un pequeño y merecido homenaje. Sencillamente con nuestra presencia silenciosa ya basta para honrar debidamente tu memoria. Aunque no eras amiga de flores, sembraremos en tu jardín unas cuantas en tu memoria, para poder seguir alimentándote, viéndote y cuidándote desde nuestro corazón. Entiéndelo Lola, los que aquí seguimos por ahora, necesitamos seguir identificándote con aquellos objetos a los que te sentías muy ligados, y qué mejor que tus ramells queridos que susurran continuamente tu presencia y que son un rotundo canto a la vida.
LOLA, si hubiera que definirte solamente con dos palabras yo elegiría EXCEPCIONAL y SINGULAR. Creo que es el sentir de todos y cada uno de aquellas personas que se han cruzado en tu vida, y eso, Lola, dice mucho a tu favor. ¿Quién no ha disfrutado de tus chascarrillos y aventuras por esos hospitales y consultas médicas de medio mundo? ¿Quién no se ha sentido reconfortando con las ancestrales recetas medicinales que nos aliviaban los males de nuestros sufridos cuerpos? ¿Quién no ha saboreado con fruición esos manjares de todos los rincones del mundo, que tan minuciosamente nos los describías y nos los hacías paladear?¿Quién no ha soñado con hacer algunos de esos viajes increíbles por todo lo largo y ancho de este mundo y que cual trovadora medieval nos ibas desgranando en las posteriores tertulias caseras?
LOLA, a nadie has dejado indiferente. Esta palabra no es propia de tu diccionario. Fíjate en la cantidad de enfermos agradecidos que han pasado por tus maternales cuidados: aquellos a los que has ayudado a bien morir susurrándoles al oído “ahora puedes seguir tu camino”; aquellos a los que una palabra a tiempo ha curado más que un montón de medicinas; aquellos a los que has enfrentado a su destino con la valentía que se exigía y a tantos y tantos desconocidos que se habrán cruzado en tu camino y que en su momento te dijeron simplemente “gracias Lola”.
Yo personalmente, cuando te conocí por primera vez pasé de la sorpresa a la sonrisa. Cuando te seguí tratando más, me desbordó tu generosidad y tu manera directa de decir sin tapujos las cosas. ¡Nunca me han echado tantas bronquillas como tú y nunca nadie me ha mandado a tomar por culo cada vez que he ido a tu casa! Aunque como dice Agustí, esto ya es opcional.
Déjame, Lola que le diga a Amanda algo que ella sabe ya: que la quieres y la seguirás queriendo, que su Lolita estará con ella allá donde ella la necesite y que tiene por delante toda una apasionante vida por descubrir, con tu ayuda y la de Agustí.
Y, como el buen vino, Lola, me reservo a Agustí para el final. Siempre pensaste que somos polvo de estrellas, mágicamente rellenos de sentimientos, afectos, ilusiones y sobre todo Amor, amor del bueno. De ese Amor, de ese polvo de estrellas enamorado, se ha cubierto Agustín, le has dado sentido a su vida y, ahora que te has ido, teme perderlo. Respóndele que no tenga miedo, que tu presencia se formalizará eternamente y la seguirá descubriendo en el día a día. Dile que sea fuerte, que se apoye en Amanda y, dile que aquí tiene una legión de buenos amigos para ayudarle a encontrar ese rastro luminoso de estrellas que tan generosamente has derramado en esta tierra sobre todos nosotros.
Agustín, Amanda, no sois sólo vosotros dos quienes habéis perdido a un ser querido. Todos hemos perdido algo con su marcha. De todos nosotros juntos depende el poder seguir avanzando como ella lo hubiese querido, so pena de oír en sueños su maldición más cariñosa: “Iros a tomar por culo todos si no disfrutáis de lo que ahora tenéis”
Con un inmenso cariño, Lola
Pepe

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